María insiste en que “Ciuca no concurrió junto al PP en las listas de Telde, solo en el Cabildo”. Una explicación que no se la cree ni el bedel del Ayuntamiento. Porque, aunque Ciuca no se presentara oficialmente en Telde, su vicepresidente —sí, el alcalde— es la cara visible de ese mismo partido, el mismo que en el Cabildo le dio una patada al PP sin mirar atrás. O sea, María, que mientras en el Cabildo les quitan el acta y la dignidad, tú sigues dándole las gracias al traidor por dejarte compartir gobierno

La vicealcaldesa de Telde y portavoz del PP, María González Calderín, se aferra al pacto con Ciuca como quien se abraza a un salvavidas dorado. Dice que la lealtad sigue “inquebrantable” y que el PP en Telde es “distinto”. Y en eso, por una vez, tiene razón: distinto a cualquier cosa que conserve un gramo de dignidad política.

La vicealcaldesa de Telde y portavoz del Partido Popular, María González Calderín, dice por ahí que “todo esto de CIUCA y Primero Canarias no afecta al pacto de Telde, “nuestra lealtad sigue inquebrantable”.

¡Inquebrantable, dice! Ya solo faltó que añadiera un “palabra de política profesional” y se persignara mirando hacia el despacho de Alcaldía. Porque, vamos a ver, María, ¿cómo se puede hablar de lealtad cuando tu socio de gobierno, Juan Antonio Peña, es vicepresidente de CIUCA, el mismo partido que acaba de traicionar al PP, tú  partido en el Cabildo y entregarse, con moño incluido, a Primero Canarias?

Eso sí, María insiste en que “Ciuca no concurrió junto al PP en las listas de Telde, solo en el Cabildo”. Una explicación que no se la cree ni el bedel del Ayuntamiento.

Porque, aunque Ciuca no se presentara oficialmente en Telde, su vicepresidente —sí, el alcalde— es la cara visible de ese mismo partido, el mismo que en el Cabildo le dio una patada al PP sin mirar atrás.

O sea, María, que mientras en el Cabildo les quitan el acta y la dignidad, tú sigues dándole las gracias al traidor por dejarte compartir gobierno.

Y luego remata diciendo que “la ciudadanía me ha hecho llegar que sigamos en el gobierno, demostrando gestión y compromiso con la ciudad”.

¿En serio? ¿Qué ciudadanía es esa, María?

¿La que está harta de los socavones en todos los barrios, de no poder aparcar ni en su propia calle, de ver cómo la limpieza está por ver y de sentir que la ciudad va a la deriva mientras ustedes se reparten sillones y asesores?

Porque la ciudadanía real —la que madruga, trabaja y sufre el caos de Telde— no le pide que siga en el gobierno: le pide que alguien gobierne, aunque sea por accidente.

Y ahora añade la señora María González Calderín que “en Telde el PP es distinto”.

Efectivamente, María. En Telde el PP es muy distinto, sí señora.

Tan distinto que, mientras el líder nacional del partido evita pronunciar la palabra genocidio para no molestar a sus amigos internacionales, el PP de Telde aplaude y vota a favor del genocidio en Gaza, demostrando que aquí el partido no solo es diferente, sino capaz de aplaudir las bombas con la misma mano con la que firma convenios de solidaridad.

Así de distinto es el PP de Telde: silencioso con los traidores, pero ruidoso con los verdugos.

La lealtad inquebrantable de Calderín parece más bien una nómina inamovible, una vocación de supervivencia en el poder aunque se hunda el barco, se caiga el mástil y se apague el faro.

Y es que cuando una lleva tantos años viviendo de la política, la silla del gobierno acaba siendo como una segunda piel: cuesta despegarse aunque huela a traición.

Mientras en el Cabildo de Gran Canaria el presidente insular del PP, Carlos Ester, exigía a Daniel Reyes (Ciuca) que devolviera el acta por su deslealtad, aquí en Telde el PP se comporta como si nada hubiera pasado.

Silencio. Ni un comunicado, ni una reunión, ni una sola palabra que demuestre que tienen algo de orgullo político.

En otras palabras, María Calderín calla y cobra, dos cosas que al parecer se le dan de maravilla.

El PP de Telde tiene hoy la oportunidad de demostrar dignidad, pero parece que prefiere seguir haciendo de tonto útil en la ópera bufa que protagoniza este gobierno municipal.

Un gobierno desnortado, sin rumbo, sin proyecto, donde cada concejal va por libre y el alcalde —vicepresidente de Ciuca— los maneja como si fuesen figurantes de su propia obra política. Juan Santana, periodista