Maribel Castro, directora de canariasinformativa.com

Hace casi un año, concretamente el pasado mes de enero, el músico, productor y miembro de Mestisay, Manuel González, firmaba junto a otros 30 profesionales un artículo publicado en el periódico La Provincia poniendo en evidencia las actitudes presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales.

En este artículo los firmantes salían a defender a Julio Cuenca porque consideraba que Morales utilizaba el cargo institucional de forma absolutamente ignominiosa para quitar a Julio de la nominación a los Premios Canarias y poner en su lugar al Servicio de Patrimonio del Cabildo, que son funcionarios que cobran su sueldo al mes, en vez de nominar al director científico y a quien hizo el relato de Risco Caído, designado por la Unesco Patrimonio de de la Humanidad. En definitiva, «buena parte del relato que se construye sobre Risco Caído y sobre las Montañas Sagradas de Gran Canaria se debe a Julio Cuenca».

Detrás de esta venganza, que primero tocó a Julio Cuenca y ahora a Olga Cerpa y Mestisay, está el proyecto Chira-Soria, sobre el que Morales no permite ninguna disidencia.

Lo bueno si es que tiene algo, este sectarismo rampante del presidente del Cabildo, es que los periodistas que venimos escribiendo y hablando durante muchísimo tiempo del absolutismo de Nueva Canarias y de Morales, es que ya no estamos tan solos, porque personas como Cuenca y Mestisay que han colaborado codo con codo y han defendido al político de Agüimes durante año, se hab topado con la cruda realidad de que teníamos razón.

Son 40 los años que lleva Morales en la vida pública, demasiados años en los que el “califa” de Agüimes se ha construido con dinero público una imagen aparentemente bonachona e impecable que no tiene nada que ver con la realidad, ni con el comportamiento del que hace gala en demasiadas ocasiones cuando alguien osa opinar diferente a sus postulados.

Mucha confianza traicionada de personas que contribuyeron a endulzar la imagen de Morales de cara a la sociedad y que se han tropezado como en el caso de Julio Cuenca y Olga Cerpa y Mestisay con la cruda realidad de un “reyezuelo” que manejando el dinero público santifica o demoniza a su libre albedrío.

Esta es la verdadera cara de este progresista y nacionalista de izquierda, ejecutor de políticas represivas, que silencian al mundo de la cultura o a los movimientos ciudadanos, pagando a los medios de comunicación comprados con dinero público para silenciarlos.