El historiador Antonio González Padrón coordina la sesión en la Casa-Museo León y Castillo el jueves día 8 de junio, a las 19:00 horas
“La reina es una gran profesional”. Así la definió su esposo Juan Carlos, rey emérito, con una frase lapidaria que sólo adquirió su verdadero sentido décadas después. El análisis de las mujeres de la última etapa de la dinastía borbónica que realiza cada mes el historiador Antonio María González Padrón en la Casa-Museo León y Castillo de Telde se detiene este mes de junio en una de las figuras más queridas de la actual familia real, doña Sofía de Grecia. Su figura y trayectoria serán analizadas el próximo jueves día 8 de junio, a partir de las 19:00 horas, en la sede museística teldense, dentro del ciclo ‘Mujeres con corona’.
Los condes de Barcelona, don Juan y doña María de las Mercedes, vivían en Estoril, después de haber pasado por Roma, en un exilio con ciertas necesidades no cubiertas, lo que hace que don Juan tenga que vender algunas propiedades, como el palacio de la Magdalena o el de Miramar, en Santander y San Sebastián, respectivamente, o la isla de La Toja, en la costa gallega.
“Había que mantener lo que entonces se llamaba el prestigio de la Casa”, matiza el historiador y cronista de Telde Antonio María González Padrón. Por eso, cuando se plantea que el príncipe Juan Carlos tiene que contraer matrimonio para consolidar la dinastía, había que buscar una joven princesa que practicara la religión católica. En Estoril vivían exiliados los reyes de Italia y se acerca al círculo veraniego de don Juan Carlos una princesa de la Casa de Saboya. “Pero al dictador Francisco Franco no le convence, porque saben que la Casa de Saboya milita en la masonería y que esa princesa fue acusada de ‘ligera de moral’”, matiza el director del ciclo ‘Mujeres con corona’.
No queriendo ni don Juan ni don Juan Carlos contradecir a Franco, que podía nombrar a cualquier príncipe heredero, se fueron adaptando a aquellas princesas que podía estar más o menos al alcance. “El problema era que no todas las princesas estaban dispuestas a casarse con él”, dice Padrón. “En primer lugar, vivía en Madrid, bajo la bota del general dictador y, además, porque ‘los Barcelona’, como se les conocía en aquella época, no tenían una economía lo suficientemente fuerte, en otras palabras, eran los pobres de las Casas no reinantes”.
Por lo tanto, se envió al príncipe a conocer a las personas ‘aptas’ a un célebre crucero ‘royal’ ideado por la reina Federica de Grecia. Juan Carlos, un chico despierto, zalamero y simpático se hizo muy popular. Pero, según parece, puso sus ojos en Sofía de Grecia, la hija mayor de los reyes de Grecia, que era la segunda heredera en la línea de sucesión.
Sofía de Grecia era bisnieta del último káiser de Alemania, pertenecía a la familia de la reina Victoria de Inglaterra, estaba relacionada con las coronas de Suecia, Noruega y Dinamarca y, además, sus padres se sentaban en el trono de un país con un gran prestigio.
“Dicen que ella se enamora hasta las trancas”, dice el historiador. “Él, no tanto, aunque esto son especulaciones”, advierte el cronista. Lo cierto es que se casan, previa renuncia a su credo ortodoxo, en una ceremonia triple en Atenas. Después de un largo viaje regresan a España y doña Sofía se da de bruces con la realidad. “Se encuentra con un palacete sin calefacción, con muy pocos lujos y donde tiene que vivir con el sueldo que les asigna el general Franco que no era ni la sombra de lo que ella estaba acostumbrada”.
La reina ha aprendido previamente español, aunque nunca logrará librarse del todo de un leve acento. Se hizo una gran propaganda sobre su figura, de acuerdo con el régimen. Se pone en valor su labor como enfermera en la Cruz Roja y como puericultora. Ella se había formado en uno de los colegios más prestigiosos de Alemania. De ahí su carácter severo que, había hecho notar algún monárquico.
“Es una reina cercana para los suyos, muy ‘madraza’. Quiso formar a su hijo sin los ‘defectos’ de su padre y educa al príncipe con mucho cariño, pero con muchas exigencias”, apunta Padrón. Es una mujer culta y preparada. “Ella jamás habría dejado de ser reina de España por su voluntad, porque seguía a pies juntillas uno de los viejos consejos de la reina Victoria: Todas las reinas mueren en el trono o en la cama. Así, todos hemos visto como ella ha ido campeando, disimulando todo lo que pasaba dentro y fuera de palacio. Tiene una conciencia clara del papel que debe desarrollar y es una excelente embajadora y es muy apreciada tanto en Grecia como en España”, concluye el cronista.