Desde aquí digo públicamente que apoyaré al Ayuntamiento y contará con mi mano cuando entienda que nos beneficia a todos, incluso si se van a poner luego la medallita ellos, como ya hago en ‘La Suelta’, que ha vuelto a estar en su poder por rendirnos con la asociación (mirarnos al espejo: la dejamos morir…).
“Me sentí mientras leía que parecía que habías leído el pensamiento de mucha gente, personalmente acertaste en todas tus palabras y desde el respeto.” Esto me dijo una vecina a raíz del artículo anterior y yo le respondí que me parece importante hacerlo desde el respeto, que ya hemos tenido suficientes enfrentamientos.
La verdad que estoy sorprendido de toda la gente que me ha comentado positivamente esta opinión que compartí, y ahora te pregunto: ¿por qué si muchos pensamos lo mismo, no se ve esto en las calles?
Hoy no recibiré tantos aplausos, alguno me los querrá dar en la cara, pero no escribo para hacer amigos, es mi terapia. Y es que, si bien soy un enamorado de mi pueblo y de sus gentes, no soy ajeno a lo que no es tan bonito y nos mantiene divididos aun sabiendo nuestro potencial cuando nos juntamos.
Otro vecino me pedía perdón por haber sido “partícipe de ese sectarismo” y haberme incordiado un poquito bastante, a lo que respondí con un “no hay nada que perdonar, entiendo que cada uno lo hace lo mejor que sabe… Incluso Paco o Gregorio”. Y aquí viene el problema:
- Fulanito: “No Romén, ellos son los que nos han metido en la mierda y no podemos dejar de culparles, porque sus imposiciones han hecho que los que damos la cara hayamos cometido esos errores…”
- “No Fulanito, gracias a ellos podemos recordar lo importante que es estar unidos y hacer cosas por el bien común, justo porque se han dedicado a hacer lo contrario.”
Y que conste que he sido perseguido, mentido, dinamitadas muchas propuestas e instigado personalmente, pero conozco a las personas detrás de los personajes y las quiero igual porque sé que son buena gente. De verdad que sé que son buena gente, los he visto hacer el bien también, aunque se empeñen en disimularlo gran parte del tiempo.
A mí me dolería, me mataría, darme cuenta de que mis acciones han ayudado a destruir el pueblo que una vez conocimos y amamos, creo que es suficiente castigo ese, sabiendo que siempre pudiste elegir hacer lo mejor para todos y no para intereses particulares.
No se trata de buenismo, se trata de mi salud mental y emocional, porque sé de primera mano que guardar rencor no me hace bien ni a mí ni a nadie, creo yo. Ahora, si eliges el rencor, que cada palo aguante su vela. Ya sabemos cómo anda de enfrentado el pueblo.
Siempre he pensado que daría para hacer varias series con todos los personajes, en el buen sentido de la palabra, que tenemos en Valsequillo. La mala idea, la rapidez de pensamiento pa’ pegarte un corte, encontrar un ‘bisne’, reírnos hasta de nuestra sombra, valentía y locura a partes iguales para hacer cosas que otros ni imaginan, … Son habilidades casi innatas de un valsequillero porque, en un pueblo donde todos nos conocemos por nuestro apodo o ‘nombrete’, uno las desarrolla para sobrevivir.
Yo mismo me he burlado y juzgado muchas veces a algún vecino, porque ese es el deporte nacional: juntarse dos para reírse de un tercero. Considero que podemos ser incluso muy clasistas en Valsequillo, aunque sea sin darnos cuenta:
- “Mira el maúro ese de Correa cómo va.” (por poner un ejemplo, que no me se ofendan los “correanos”)
- “Se cree el mejor” por tener un coche nuevo, un negocio que le va bien, usar ropa cara, por ser del Casco, …
- La risa fácil ante el tropiezo ajeno: “Se estampó como una pita, ¿qué se creía? Se tiró el peo más alto que el culo.”
A ver, que esto pasa en muchos otros lugares, pero hoy toca hablar de nosotros. Y si no te consideras aludido, porque nunca entraste al trapo, date con un canto en el pecho. No es fácil ser fiel a tus principios cuando el resto va en la dirección opuesta.
¿A cuento de qué viene esta chapa moralista? Ya te viniste arriba: “Baja Modesto que sube Romén.”
Bueno, ahora empalmo con la pregunta inicial: ¿Por qué muchos callan sus ideas? Porque saben que, si proponen algo, en vez de apoyo puede que reciban ataques:
- “¿Él, organizando algo? Guárdame una cría… no sabe hacer la ‘o’ con un canuto”
- “Este lo que quiere es sacar votos pa’ su partido. No sabe na’…”
- “Si se cree que voy a participar en eso, ¡está bonito! Además, se podría haber hecho mucho mejor.” (si hubiese contado conmigo)
Este tipo de conversaciones, repetidas en bares, paradas de guagua o grupos de WhatsApp, no construyen comunidad: la fracturan. Y lo peor: muchas veces, quienes las escuchan callan… porque temen ser los próximos.
Podrás estar de acuerdo con lo que digo o no, eso está bien. Ahora, no puedes decirme que no he padecido en mis carnes lo que esto me ha generado a mí personalmente y casi seguro que a algún otro valsequillero:
- Miedo al ridículo.
- Autocensura.
- Aislamiento de quienes intentan aportar.
Y así, el talento, la ilusión y la generosidad se esconden… o se van del pueblo. Esta es mi realidad y por la que no hago más cosas en mi pueblo y las que hago las callo o disimulo para no dar mucho el cante. Pero ya no quiero seguir así y por eso escribo esto.
Mea culpa. Es algo que aún me estoy trabajando, y créeme que cuesta un hue… y parte del otro. He tirado de ayuda profesional y de lo que he podido: psicólogos, hipnosis, constelaciones familiares, meditación, amistades, alcohol, porros, … Y todavía me queda por sanar. Pero hay una cosa que tengo clara: es en el amor y no en el odio donde encontraré lo que busco.
Yo veo el perdón como un acto revolucionario, no como una debilidad. No te confundas, no voy a aplaudir una acción que no me gusta, por muy zen y empático que me ponga, no es eso. La crítica constructiva me parece algo que suma, enriquece. Dicho lo cual:
- Perdonar no es olvidar, ni justificar.
- Perdonar es liberarse: del rencor que nos impide tender la mano.
- Perdonar también es mirarnos a nosotros mismos: ¿cuántas veces hemos sido los que juzgamos?
Si queremos que Valsequillo vuelva a ser un lugar donde todos se sientan bienvenidos —incluso los que ‘no encajan’—, el primer paso no es cambiar al Ayuntamiento, sino mirarnos en el espejo.
La próxima vez que escuches una broma cruel sobre un vecino, quizás puedas callar… o, mejor aún, decir: “Oye, ¿y si en vez de reírnos, le ayudamos?”.
Desde aquí digo públicamente que apoyaré al Ayuntamiento y contará con mi mano cuando entienda que nos beneficia a todos, incluso si se van a poner luego la medallita ellos, como ya hago en ‘La Suelta’, que ha vuelto a estar en su poder por rendirnos con la asociación (mirarnos al espejo: la dejamos morir…).
Quiero hacer propuestas concretas, no me va tanto palabrerío sin acciones, pero eso será para otra ocasión. Porque Valsequillo no se salva con más luces en la plaza, sino con más luz en la mirada que le echamos a los demás. Romén Suárez Rodríguez