Y visto lo visto, algunos deberían preocuparse menos por quién vuelve… y más por por qué nunca se fueron ellos del teclado, aunque oficialmente estén jubilados
Algunos escriben desde el púlpito del cinismo envueltos en capas de moral reciclada, repartiendo carnés de “aire fresco” con un ventilador averiado. En su última entrega, nos pretenden vender la idea de que hablar del pasado en Telde es pecado capital… pero sólo si el pasado no encaja en su relato.
Nos dicen que no se puede volver a quienes ya gobernaron, que eso huele a naftalina, que son gallos desplumados. Pero qué curioso: ese argumento jamás lo aplicaron cuando otros volvían una y otra vez —aunque dejaran tras de sí facturas sin pagar y promesas incumplidas—. Ahí no había tufo a viejo, sino aroma a “experiencia”. Qué olfato tan selectivo.
Lo que en unos es “mochila”, en otros se llama “trayectoria”. Lo que en unos es “revival decadente”, en otros se adorna como “retorno esperado”. ¿Dónde estaba esa energía crítica cuando Telde ha seguido dando tumbos durante dos décadas de parcheo político, con alcaldes de humo y partidos que solo recuerdan a los barrios cuando hay que sacar votos?
Nos acusan de revisionismo estético, mientras maquillan su propia memoria con corrector ideológico. Y repiten el viejo truco del miedo: “ya lo tuvimos, ya falló”. Pero olvidan que el verdadero fracaso es no haber construido nada mejor después. Que si alguien vuelve con un nuevo equipo, con energía renovada y con las lecciones bien aprendidas, eso no es naftalina: es segunda oportunidad. Y en democracia, las segundas oportunidades las dan los ciudadanos, no los opinadores de salón.
Si hablar de recorrer los barrios es “banal”, ¿qué proponen? ¿Más despachos cerrados y ruedas de prensa sin preguntas? ¿Más política de escaparate mientras las aceras siguen rotas y los mercados cerrados?
A Telde no le sobran proyectos, le sobran prejuicios. No le sobran ganas, le falta gestión. Y si alguien que ya tuvo un papel en la historia política de esta ciudad quiere volver para hacerlo mejor, con dignidad y valentía, eso merece ser escuchado. No insultado.
Los que de verdad apuestan por el futuro no temen a los nombres, sino a la falta de ideas. Y visto lo visto, algunos deberían preocuparse menos por quién vuelve… y más por por qué nunca se fueron ellos del teclado, aunque oficialmente estén jubilados. Juan Santana, periodista y locutor de radio