Luis Campos, con esa sonrisa de quien sabe que ha heredado más problemas que soluciones, dijo que “Nueva Canarias no ha desaparecido nunca”. Hombre, técnicamente no. Pero es como decir que el Teide está activo porque aún echa humo los domingos. Una cosa es estar presente, y otra viva. Y lo cierto es que muchos municipios ya apagaron la luz y echaron el pestillo a la sede
Nueva Canarias celebró este fin de semana su VI Congreso Nacional. Y digo “celebró” como quien celebra un cumpleaños sabiendo que nadie vino con regalo y que la tarta es del Mercadona. Porque una cosa es reunirse con aplausos, y otra bien distinta es fingir que todo está de maravilla mientras los cimientos del partido tiemblan como un gofio mal amasado.
El congreso nos dejó una imagen: la de Luis Campos proclamado nuevo secretario general, con el 92,6% de los votos. Pero eso no es noticia. La verdadera noticia sería que hubiera habido otra candidatura, o al menos algún valiente que levantara la mano y dijera: “Perdón, ¿y si esto no lo estamos haciendo tan bien?”. Pero no. Aquí todos en fila, como si estuviéramos repartiendo billetes para el viaje de fin de curso… al pasado.
Luis Campos, con esa sonrisa de quien sabe que ha heredado más problemas que soluciones, dijo que “Nueva Canarias no ha desaparecido nunca”. Hombre, técnicamente no. Pero es como decir que el Teide está activo porque aún echa humo los domingos. Una cosa es estar presente, y otra viva. Y lo cierto es que muchos municipios ya apagaron la luz y echaron el pestillo a la sede.
Y ahí estaban, en primera fila, Román Rodríguez y Carmelo Ramírez, el dúo dinámico de la política insular, aplaudiendo su propia retirada… que en realidad no lo es. Porque no se han ido. Solo han bajado un escalón, como quien dice “yo ya no soy el jefe, pero sigo mandando en la sombra, por si acaso te da por pensar por tu cuenta”. Román se va a Estrategia —como si antes no lo fuera— y Carmelo se queda en Internacional, a ver si nos invitan a alguna cumbre de pueblos oprimidos con merienda incluida.
Mientras tanto, la mitad del partido se fue por la puerta de atrás hace meses, cabreados, desengañados o simplemente hartos. Teodoro Sosa, Óscar Hernández y otros tantos —esos sí que se fueron de verdad— ahora juegan en el equipo de “Primero Canarias”, que suena a movimiento ciudadano, pero huele a vendetta. Y con razón: les robaron el partido como quien te cambia el candado del garaje sin avisar.
En su discurso, Campos habló de renovar la base, de sumar desde abajo, de conectar con la ciudadanía. Todo precioso. Pero si el partido lleva años conectado… ¡al gotero!. Porque esta gente lleva tanto tiempo en política que cuando llegaron, Internet era por modem. Renovar no es poner gente joven en el cartel; renovar es soltar el micrófono y dejar que otros hablen sin que el ego les corte el audio.
La puesta en escena fue bonita: colores verdes, discursos motivadores y promesas de refundación. Hasta hubo quien habló de “volver a ser una herramienta al servicio del pueblo canario”. Qué bonito. Lo curioso es que cuando un partido empieza a llamarse a sí mismo “herramienta” es porque ya no le sirve ni al que lo fundó. Y si no, pregúntenle al martillo que se usó para construir el pacto con el PSOE, Coalición Canaria y hasta el apuntador.
A pesar de todo, no hay que subestimar a Nueva Canarias. Los partidos canarios son como las tuneras: aunque los arranques, vuelven a brotar en cualquier cuneta institucional. Sobre todo si hay elecciones cerca, o si queda alguna concejalía despistada por la que pelear.
¿Y en Telde qué puede pasar?
Ah, Telde, esa joya del surrealismo político canario donde los pactos cambian más rápido que los nombres en los currículums de ciertos vicepresidentes de Gobierno de Canarias.
En Telde lo que puede pasar es que no pase nada… o que pase de todo. Nueva Canarias está políticamente descuartizada, con las siglas oficialistas por un lado —ya sin estructura real en la ciudad— y los exmilitantes reorganizándose con Teodoro en ese nuevo partido llamado “Primero Canarias”.
El problema es que la gente ya no sabe quién representa a quién, y los antiguos votantes de NC están más perdidos que el Plan General de Ordenación Urbana de Telde.
Lo más probable es que, de aquí a 2027, Primero Canarias se quede con el espacio que antes ocupaban los de Román en la ciudad. Y Nueva Canarias… bueno, en Telde puede terminar como el antiguo mercado: cerrado, tapiado y con una placa que diga “Aquí hubo algo una vez”.
Porque entre los fuegos cruzados, las traiciones internas, los desencantos, las mochilas llenas de pasado y la ciudadanía cada vez más escéptica, lo que puede pasar en Telde es que el electorado diga: “váyanse todos”.
Así que sí: hubo congreso. Y hubo discursos. Y hubo ilusión, o eso dicen. Pero el canarismo político —ese que decía representar a la gente de aquí— está hoy partido en dos mitades que no se hablan y que se echan las culpas con una sonrisa de cartón piedra.
Y en Telde, como en otros municipios, la historia de Nueva Canarias puede acabar en los archivos… salvo que los nuevos, los que se fueron, sepan construir algo nuevo que no huela a rencor ni a sillón reciclado.
Porque Canarias no necesita más símbolos vacíos. Necesita liderazgo real, nuevas caras y menos dinosaurios disfrazados de renovación. Juan Santana, periodista y locutor de radio