Falta de respeto a la historia del barrio. A la memoria colectiva. A los vecinos que durante años han mantenido viva la tradición, el tejido social, el sentido de pertenencia. A todos los que, con su trabajo, han construido Jinámar mucho antes de que aparecieran los comités, los logotipos y las subvenciones
Jinámar cumple 500 años. Que se dice pronto, ¿eh? Medio milenio desde que se terminó la antigua ermita de La Concepción, núcleo fundacional del barrio, testigo de generaciones, alegrías, penas y mucha historia. Un aniversario único, irrepetible… y prácticamente invisible. Porque, aunque usted no lo crea, estamos ante una de las celebraciones más discretas que se recuerdan. Y mira que en Jinámar somos expertos en que las cosas pasen… sin que se note.
A estas alturas de junio —y con el evento a la vuelta de la esquina— no hay un cartel, ni un programa oficial, ni una lona colgando en la plaza, ni siquiera un globo extraviado anunciando que algo está por suceder. Nada. Si alguien se ha enterado, ha sido por accidente, porque un conocido le pasó un recorte de prensa o porque estaba en misa cuando se filtró el dato.
Y es que esto no lo organiza ni la parroquia, ni la asociación de vecinos, ni siquiera el Ayuntamiento de Telde directamente —que bastante tiene con disfrazar al alcalde de bombero en Salinetas—. No, aquí los mandos los lleva un grupo más exclusivo: el Patronato de Fiestas, Cultura, Deportes, La Concepción y La Caña Dulce, que suena a grupo de carnaval o a menú degustación, y que tiene más nombres que resultados. Le acompañan la Asociación Cultural Entre Amigos (los mismos de siempre, que se turnan los aplausos), y, por supuesto, la Comunidad religiosa de la Inmaculada Concepción de Jinámar y Marzagán, que siempre utilizan para ponerlos, pero que al final nunca cuentan con ellos.
Y sin rendir cuentas de ese episodio misterioso, sin balance ni perdón ni explicación, se lanzan a organizar el 500 aniversario como si todo estuviera en orden. Como si nada hubiera pasado. Como si la memoria del barrio se pudiera comprar con un acto, una placa y cuatro canciones bien afinadas. Pues no.
Porque esto, además de opaco, huele a presupuesto. A dinero. Mucho dinero. Del bueno. Del público, por supuesto. Porque aquí todos colaboran: el Ayuntamiento de Telde —que siempre está para lo importante, sobre todo si hay posibilidad de hacerse una foto—, el Cabildo de Gran Canaria, y la empresa municipal Gestel, esa que aparece en todas las fiestas, eventos y saraos con factura en mano. Pero… ¿cuánto cuesta todo esto? ¿Quién decidió en qué se gasta? ¿Dónde se publica ese desglose? Spoiler: Nadie lo sabe. Nadie lo explica. Nadie lo exige. Y el silencio duele más que una batucada a las ocho de la mañana. Así que lo decimos claro: exigimos transparencia.
Exigimos que se publique ya el programa completo del acto. Que se detalle el presupuesto. Que se diga cuánto ha puesto cada institución, en qué se ha invertido y quién ha aprobado cada gasto. Porque esto no es un cumpleaños privado. No es una celebración de amigos con merienda y trikitixa. Esto es el 500 aniversario de Jinámar, y debería celebrarse con participación ciudadana, con orgullo, y con las cuentas claras. Como se le exige a cualquier asociación que pide una carpa, un micrófono o un enchufe. Y ya que hablamos de cuentas… ¿Dónde están las de diciembre de 2024?
¿Dónde están reflejadas las aportaciones de los vecinos, los feriantes, los puestos, las rifas, los churros y los hinchables? ¿Qué fue del dinero? ¿Qué se hizo? ¿Qué quedó pendiente? ¿Y por qué desde el Ayuntamiento nadie pregunta nada?
Porque esto ya no es casualidad. Esto tiene nombre: falta de respeto.
Falta de respeto a la historia del barrio. A la memoria colectiva. A los vecinos que durante años han mantenido viva la tradición, el tejido social, el sentido de pertenencia. A todos los que, con su trabajo, han construido Jinámar mucho antes de que aparecieran los comités, los logotipos y las subvenciones.
El acto oficial del 500 aniversario será el domingo 29 de junio a las 19:00 h. Habrá la clásica placa conmemorativa (esperemos que no tenga erratas), discursos institucionales, la Banda Municipal —que nunca falla— y el Rainbow Gospel Choir, que seguro lo hará estupendamente. Pero el evento, siendo sinceros, huele más a gala institucional para salir del paso que a fiesta de pueblo. Una ceremonia sin alma de barrio. Sin voz vecinal. Sin color local. Como una fiesta sorpresa a la que no invitas a nadie pero pretendes que te aplaudan.
Porque Jinámar cumple 500 años. Pero seguimos sin saber cómo lo celebra. Ni por qué. Ni quién se lo lleva. Y si celebrar nuestra historia significa seguir soportando la opacidad, la improvisación y el desprecio a la participación… entonces es que no hemos aprendido nada en cinco siglos.
Así que, por favor, que alguien cuelgue al menos un cartel. Aunque sea en A4. Aunque esté torcido. Aunque lo imprima el cuñado del cuñado del Patronato. Pero que se note que Jinámar está vivo, que tiene memoria, que merece una celebración con luz, gente, música, verdad y… un poquito más de respeto.
Juan Santana, periodista y locutor de radio