Siempre ha sido costumbre que los devotos del Santo Cristo aguanten horas a pie para presenciar su bajada y estar cerca del mismo cuando desciende, hasta que el alcalde de Telde, mandó a su jefe de protocolo a poner orden en la Basílica
La Bajada del Santo Cristo de Telde, siempre es un acto de fe que congrega a cientos de fieles, que este año ha dejado entre los feligreses un sabor agridulce.
Por primera vez se limitó el aforo al recinto de la Basílica de San Juan, impidiendo como en otros años que la gente ocupara los espacios libres de la nave central y los laterales, limitando el aforo dentro del templo, lo que ocasionó quejas entre el público que se agolpaba en la puerta y lo derivaban a ver la bajada a través una pantalla que se había colocado en la plaza de San Juan.
Muchos feligreses no entendían que hacía el férreo control político con la que ellos consideraban “la casa del pueblo” hasta el día de ayer . Hubieron cruce de gritos de grueso calado ante el protocolo que se estableció dentro de un recinto sagrado.
Es muy triste que esto suceda y que lo permitan los sacerdotes a los que las personas que fueron empujadas fuera de la Basílica hicieron llegar sus quejas, aunque sin éxito.
Siempre ha sido costumbre que los devotos del Santo Cristo aguanten horas a pie para presenciar su bajada y estar cerca del mismo cuando desciende, hasta que el alcalde de Telde, mandó a su jefe de protocolo a poner orden en la Basílica.
Nadie ignora, por otra parte, que uno de los peligros que tiene el ejercer el poder es el de pensar más en los propios intereses que en el bien de los demás, y precisamente por ello, han de estar atentos a no caer en la tentación. Tentación en la que está incurriendo muchas veces el gobierno de Telde, que juega a confundir a los ciudadanos con sus injerencias en los temas religiosos.