Michael A. Galascio Sánchez. Doctor en Psicología de la Salud y Clínica, licenciado en Ciencias Políticas

Las ciberamenazas y los ataques a infraestructuras estratégicas del Estado en Europa son una preocupación creciente en los últimos años. Europol ha publicado varios informes que destacan la creciente frecuencia de ciberamenazas y ataques a sectores de infraestructura crítica como redes de energía, redes de transporte, sistemas financieros entre otros. Los servicios de inteligencia deberían investigar por qué se producen estos incidentes, cómo evitarlos y qué lecciones se pueden extraer sobre esta tendencia para futuras cumbres.

Durante la cumbre del G8 celebrada en 2009 en Lough Erne (Irlanda del Norte), el primer ciberataque fue percibido como una potencial amenaza estratégica. Se lanzaron una serie de ataques de denegación de servicio (DoS) contra los sistemas informáticos de varias instituciones de la OTAN y de la Unión Europea conectados a Internet, que provocaron la interrupción temporal de los servicios en línea. Sin embargo, no fue hasta 2013 cuando se denunció un ciberataque contra una institución de la Unión Europea que tenía como objetivo estratégico socavar la credibilidad institucional de la Unión y la suspensión de la relación con Rusia.

Durante la cumbre de la OTAN celebrada en Varsovia en julio de 2017, la Unión Europea sufrió un ciberataque malicioso contra sus redes informáticas. Tanto el Banco Central Europeo, como el Banco Europeo de Inversiones y la oficina política de la Unión Europea en Moscú fueron objeto del ataque, así como las oficinas de los embajadores de los estados miembros de la UE en Rusia. Aún no está claro quién estuvo detrás de este ciberataque, pero se cree que se llevó a cabo con la intención de dañar la posición global de la UE y socavar el apoyo a la alianza de la OTAN.

A la vista de estos sucesos, resulta evidente que las ciberamenazas a infraestructuras estatales europeas durante las cumbres políticas suponen un problema de seguridad considerable y cada vez mayor. Estos ataques, al apuntar hacia instituciones clave e impedir el flujo de información, tiene el potencial para afectar enormemente la capacidad de la UE de cumplir con sus responsabilidades como actor político global.

Veremos qué ocurre durante la Cumbre de Madrid del 28 de junio, en la que se fijará la dirección estratégica de la OTAN para la próxima década con el fin de asegurar la adaptación de la Alianza a un mundo cambiante y garantizar la seguridad de sus más de mil millones de ciudadanos.