Juan Dávila-García. Radiotelegrafista del Estado

La amistad según la RAE, (Real Academia de la Lengua), se define como la relación, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia.

Esta es la definición “-etimológica-“, de tan encomiable término, sin embargo para mi es algo mucho más “-sublime-“, al menos en la práctica real y diaria, donde el acercamiento y la relación se convierte en un “-todo-“, donde también cabe la aplicación de la “-lealtad-“, los sentimientos, la nobleza, y especialmente el “-afecto-“ y “el cariño-“.

La amistad es una realidad tangible, dado los nobles sentimientos que a los seres humanos nos une, sin tener para nada en cuenta, las ideologías políticas o religiosas, las profesiones de más o menos enjundia que puedan existir entre los individuos, que no se convierte en un “-acicate-“ a la hora de reunirse y relacionarse socialmente.

Es muy posible que alguien “-disienta-“ de mi forma particular de expresar la amistad, no obstante tengo que decir que de los pocos amigos de la infancia que todavía tenemos la suerte de vivir, (lamentablemente solo quedamos cinco), todos seguimos guardando aquella relación “-innata-“, que nos hizo practicar la amistad sin cortapisas, donde los habían más listos y menos listos, pero todos de forma unísona siempre de mutuo acuerdo bogábamos siempre en la misma dirección.

Fuimos cómplices en muchas ocasiones de las cosas que hacíamos bien o mal, pero jamás atentamos contra los ordenamientos jurídicos y gubernamentales que regían en aquellos no muy lejanos tiempos.

 Fuimos protagonistas de muchas “-perrerías-“, lo que propició que en muchas ocasiones fuésemos perseguidos con saña, por la Policía Municipal, liderada por Rosendo Mendoza, Manolito Rodríguez conocido por el “cabo”, Pedrito Cruz y Juan Martínez conocido por “el malacara”. La amistad que nos unía era “-ejemplar-“, jamás que yo recuerde surgieron divergencia a la hora de acometer algún “-acontecimiento-“, donde todos éramos protagonistas a la hora de realizarlos, donde el liderazgo era compartido por todos, sin que existieran atisbos de proclamarse líder del grupo por parte de alguno de nosotros, todos éramos “-jefes y subordinados a la vez.

Nuestro grupo era bastante numeroso, ya que los que nos tildábamos de ser amigos “-entrañables-“, éramos aproximadamente unos quince o veinte. Nuestras celebraciones de cochafiscos de millo o el asadero de castañas, por San Juan el primero y por el día de todos los Santos el segundo. Tales celebraciones tenían para nosotros unas connotaciones muy especiales, y las mismas eran como un ritual dado que todos los años las llevábamos a cabo, y que tenía un protagonismo que rebasaba la frontera de nuestro amado pueblo, lo mismo sucedió años más tardes cuando iniciamos la “-preceptiva-“ reunión-comida, donde participábamos los ex alumnos del Colegio de Santa María, donde como siempre, y sabíamos que iba a suceder, tarde o temprano en el cercano pueblo, iban a imitar nuestra iniciativa, donde la repercusión social y periodística, jamás alcanzó la dimensión de nuestras reuniones anuales. 

La reunión-comida que celebrábamos todos los años, tuvo una vigencia bastante amplia, pero la desaparición de muchos amigos que partieron irremisiblemente hacia ese lugar del que nunca se retorna, propició el decaimiento de tan especial evento, que es muy posible a estas alturas haya desaparecido.

No se puede confundir la amistad con el compañerismo, son dos términos totalmente diferentes, aunque en algunos casos se complementan, la amistad para mi es algo incomparable, dado el contenido ilustrativo que identifica a la misma, la amistad se me antoja “-eterna-“, el compañerismo por el contrario es una relación si se quiere bastante más “-frívola-“, donde una serie de “-individuos-“ mantienen una relación en torno a un trabajo o incluso una profesión, que va desapareciendo paulatinamente cuando esta condición especial de relación, pierde la vigencia motivada, por la jubilación u otras causas donde el distanciamiento se hace evidente. La amistad por el contrario perdura en el tiempo.

La “-lealtad-“ es uno de los pilares más elocuentes de la amistad, donde la unión o simbiosis de dos o más individuos hacen realidad sus apetencias, así como los beneficios que esta le genera mientras esta relación sea “-pura-“ e inviolable. Como dice el siguiente enunciado: “-amigos pocos, conocidos o compañeros muchos-“. 

 Esta realidad, “-la amistad-“, hace a las personas más sociables en el entorno donde conviven, cuando este sentimiento es “-real-“ y no interesado, donde los amigos siempre estamos al pie del cañón, con el fin de asistir al amigo cuántas veces nos necesiten, sin que exista ningún interés ni compensación, por la preocupación que en ciertos y determinados momentos sentimos por nuestros verdaderos y queridos amigos, al encontrarse en alguna situación, como pueda ser una “-enfermedad-“, u otra similar pero de menos gravedad. La amistad no es una “entelequia ni una quimera“, es una realidad tan palpable que si esta dejara de existir, el desarrollo de la vida no tendría sentido.

 Me gustaría dedicarles este trabajo a los cinco amigos que cito, sin obviar sus nombres dado el afecto y el cariño que les profesó: Antonio Galván Hernández, en Gáldar, Joaquín Guerra Molina, en el Puertillo (Arucas), José María Estévez Pérez de Salcedo, en Las Palmas y Federico Pérez Afonso en Jerez de la Frontera, (y por supuesto el que suscribe en Maspalomas), para todos mi reconocimiento más sincero y afectuoso.