Antonio González Padrón analiza el matrimonio por amor del ‘mejor alcalde de Madrid’ mañana jueves 20 de abril, a las 19:00 horas, en Telde

 A la reina María Amalia de Sajonia se le debe, entre otras cosas, la introducción en España de la costumbre navideña del belén o ‘nacimiento’ de origen napolitano. No en vano​, su esposo, el rey Carlos III de España había sido con anterioridad soberano del reino de Nápoles y Dos Sicilias. El papel de esta germana en la corte española y su matrimonio por amor con el conocido por ‘el mejor alcalde de Madrid’, que dio como fruto nada menos que 13 hijos, es el nuevo objeto de análisis de la sesión de abril del ciclo ‘Mujeres con corona’ que dirige el historiador Antonio María González Padrón en la Casa-Museo León y Castillo de Telde. La cita es el día 20 de abril, a las 19:00 horas. La entrada es libre hasta completar aforo.

“Ilustrado como ningún otro monarca de su época, Carlos III recibió títulos tan honrosos como ‘la encarnación patente del despotismo ilustrado’, aquella forma de gobierno que se resumía en la célebre frase: todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, declama el cronista oficial de la ciudad de Telde, Antonio González Padrón, a modo de avance de su próxima charla.

“Aclamado por sus súbditos, él mismo reconoce que no hubiese sido tan buen monarca, de no contar con la muy estimable ayuda y compañía de su esposa, doña Amalia de Sajonia”, asegura el historiador. Ésta, como su nombre indica, era de origen indoeuropeo. “Pero su carácter austero no le privaba ni un ápice de una espontánea sociabilidad y su interés por todas las cosas que existían a su alrededor, fueran estas las flores que adornaban sus jardines, el pan que se horneaba en las cocinas de palacio, las joyas más excelsas, la música, el teatro y las llamadas ‘artes plásticas (grabados, pinturas, esculturas…)”, puntualiza el cronista.

Virtuosa de varios instrumentos musicales, se supo rodear de los más granados compositores italianos, a los que llevó tras de sí desde que dejó atrás el palacio de Caserta, en Nápoles, hasta los palacios españoles. “A ellos dedicó tiempo y talento para acomodarlos y nutrirlos de todas las muestras de arte a su alcance”, explicará González Padrón.

Amalia era políglota. Hablaba, alemán, italiano, francés y español, también leía con soltura y buen entendimiento el latín. El Palacio Real de Oriente madrileño, así como otros reales sitios, recibieron por entonces bellísimos ajuares en prendas diversas, como juegos de cama y manteles ricamente bordados. La Real Fábrica de Tapices y la Real Fábrica de Cristales tuvieron también en ella una gran defensora y promotora.

Consciente de que su marido y ella eran reflejo de una nueva época, trató de acercarse a la alta burguesía y a la pequeña nobleza, así como con el pueblo llano, dándole a cada uno lo que su buen criterio le dictaba.

“El amor que le profesó su esposo fue tan grande que, a su muerte, Carlos III no quiso volver a casarse y la lloró por muchos años”, recuerda el director del ciclo. “Según sus coetáneos, su matrimonio fue ejemplar en todo, con la única salvedad de mimar en demasía al príncipe de Asturias, Carlos, que reinará con el número IV de sus homónimos”, concluye el cronista teldense.

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