A pesar de la escandalera que se monta cada vez que aflora un caso de corrupción, comprobamos lo alegremente que algunas formaciones políticas a la hora de manifestar sus opiniones van dando lecciones de moralidad, mientras traen la mochila cargada de procesamientos y condenas por corrupción

La corrupción no distingue de banderas políticas ni de territorios, es un fenómeno, que en mayor o menor medida, alcanza a todos los partidos y todas las comunidades.

Resulta altamente paradójico que con la irrupción del “Caso Koldo” tanto el Partido Popular como el PSOE, se hayan lanzado con el consabido “y tu más” y tengo meridianamente claro que la corrupción no es una cuestión de partidos, sino de personas.

La compra de mascarillas durante la pandemia ha sido el penúltimo pelotazo de la corrupción en unos momentos en que el país se desangraba con la pandemia del Covi 19, pero no será el último.

A pesar de la escandalera que se monta cada vez que aflora un caso de corrupción, comprobamos lo alegremente que algunas formaciones políticas a la hora de manifestar sus opiniones van dando lecciones de moralidad, mientras traen la mochila cargada de procesamientos y condenas por corrupción.

Algunos siguen pensando que el dinero público no es de nadie y se puede manejar y distribuir al libre albedrío, pero para hacer frente a tanto ladronísmo sería necesario medios de comunicación plurales y un poder judicial independiente, pero mientras se sigan vendiendo los medios al mejor postor y la justicia esté controlada por una parte de aquellos a los que hay que aplicarla, no hay nada que hacer.

Si la corrupción le importase lo más mínimo a la clase política, se esforzarían por conseguir una separación de poderes real y efectiva, y no por qué partido nombra a qué magistrado en el tribunal de turno; lucharían por cambiar la ley electoral para que de verdad representase la voluntad ciudadana, y no fuese un turbio instrumento más para que siempre gobiernen los mismos; establecerías controles ciudadanos de todas las actuaciones gubernamentales a todos los niveles que permitiesen exigir responsabilidades políticas inmediatas a quienes no cumplen, por acción o por omisión, con lo encomendado.

No, no es una cuestión de ideologías, quizás si de metodologías, hay tanto que hacer, que los ciudadanos ya se han acostumbrado a ver aflorar cada cierto tiempo una nueva panda de golfos que se enriquecen con el dinero público sin el más mínimo recato y esto es lo que causa más tristeza. Maribel Castro; Directora de canariasinformativa.com