El reloj apremia y Peña no dispone de mucho margen para fijar las coordenadas de su gobierno más allá de discursos en los que no se le puede interpelar. Cuentan los hechos y las respuestas concretas a todas las preguntas que se le puedan plantear en una rueda de prensa que, por cierto, ha evitado hasta el momento

Los primeros meses de todo gobierno suponen el porcentaje mínimo de un mandato de cuatro años. Poco tiempo para definir objetivos estratégicos y líneas de actuación, sin embargo, si tienen un significado simbólico e interpretativo para intuir cómo va a pivotar el mismo. La toma de decisiones siempre es bien valorada y en Telde se están tomando. Si las mismas se adoptan en un intervalo corto (como está ocurriendo), se transmite el mensaje de fortaleza y capacidad de gestión. Eso sí, siempre que éstas decisiones sean acordadas con los principales actores sociales y con objetivos conocidos, cuestión que no está tan clara. 

Básicamente lo que se está haciendo es poner en marcha algunas promesas electorales de la campaña para tratar de demostrar una efectividad de la que careció el gobierno anterior. Por su parte la oposición está en su previsible (y exigible), labor de fiscalizar cualquier cosa que se haga o se diga desde el gobierno, independientemente de que ello suponga reclamar algo que ellos mismos no hicieron cuando gobernaban.

El primer hándicap reconocible es que no se trata de un gobierno nuevo, Ciuca y PP pactaron con dos partidos que estaban en el mandato anterior (CC y MxTelde), lo que supone que el 50% del pacto, sea viejo. Tampoco ha habido una renovación en el organigrama gubernamental, ya que varios componentes del cuatripartito están al frente de las mismas delegaciones de los cuatro años anteriores (Juan Francisco Artiles, Juan Martel y sus correspondientes asesores).

Por lo tanto, no es de extrañar que lo único que destaque en los primeros meses del nuevo gobierno sea la escucha, que no es poco. La sensación de que cualquier cosa que se pida será inmediatamente tramitada y puesta en marcha. Pero es ‘calderilla’, Peña tendrá que tomar decisiones importantes que marcarán su liderato y pondrán a prueba su declarada vocación de servicio. El papel y los discursos lo aguantan todo, pero el tiempo del que dispone para demostrar que el suyo es de verdad otro gobierno, empieza a contar ya.

Siendo honestos, los medios de comunicación no le hemos respetado 100, ni 10, ni siquiera un día de gracia a este gobierno. Inicialmente por ser un pacto antinatura (lo de Martel y Artiles sigue siendo inverosímil por mucho que lo quieran edulcorar), y luego, por la ‘caza de brujas’ mantenida contra un socio de gobierno elevado al cielo primero, para luego quemarlo en el infierno después (Héctor Suárez). La moderación y la transparencia han brillado por su ausencia en este turbio asunto que deja una espada clavada en el corazón del pacto: Coalición Canaria se convierte en el primer partido de la historia de la ciudad que reparte sus concejales entre el gobierno y la oposición (¿?)…

Telde no aguanta prórrogas ni tiempos muertos. El reloj apremia y Peña no dispone de mucho margen para fijar las coordenadas de su gobierno más allá de discursos en los que no se le puede interpelar. Cuentan los hechos y las respuestas concretas a todas las preguntas que se le puedan plantear en una rueda de prensa que, por cierto, ha evitado hasta el momento. La estrategia de todo gobierno necesita estar cimentada en un plan de actuación y en su correspondiente seguimiento.

Florentino López Castro, estudia periodismo en la Universidad Internacional Isabel I de Castilla y es director de ONDA GUANCHE